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Declaración

 

Beep, beep. Sonó el despertador con su fastidioso sonido, ¿hay algo más molesto que eso? Sé que sí. Sé que el levantarte para ir a trabajar es un problema de primer mundo cuando hay gente que no tiene ni siquiera para comer, mejor dicho; ni siquiera un techo digno. No me lo tomes a mal, si a esas vamos, un magnate no debería de quejarse de su resaca al despertarse en su mansión a lado de veinte supermodelos. El comparar nuestros problemas con los de los demás no hace nada para resolverlos, mucho menos para ayudar a la situación de nuestro prójimo. Claro, todo esto importaría si es que me encontrara en la tierra, si es que aún existiera.

Llevo tanto tiempo en el espacio, tratando de buscar un hogar para mí y mis compañeros, que estamos a nada de rendirnos.

Mi trabajo es sencillo y aún así mi mente se rehúsa a hacerlo. Soy el encargado de que la nave se encuentre en óptimos niveles. La nave trabaja con energía sustentable y gracias a ello hemos sobrevivido. El problema es que la batería que alimenta a la nave, en realidad somos nosotros, ¿sabías que mientras duermes generas más energía que una pila normal? Se llama bioelectricidad y no es tan fácil como parece. Para poder hacer esto necesitamos estar conectados al generador de forma inconsciente mediante unos cables enchufados a partes específicas, similares a los que te miden el pulso y demás cuando te hospitalizan.

Para una nave como en la que estamos, es necesario que ocho humanos le estén dando su energía al mismo tiempo y lamento informar que somos nueve. Por lo que desde que suena la alarma, tenemos solamente cuatro horas para realizar nuestras tareas, comer, hacer nuestras necesidades y si nos sobra escasos minutos, aprovecharlos como tiempo de ocio.

A pesar de ser nueve integrantes, me siento realmente solo. Mientras realizo mis responsabilidades, los demás se encuentran dormidos. No convivo con nadie y me empiezo a sentir como si estuviera loco.

Natasha es la encargada de buscar planetas que puedan resultar habitables. Todos dependemos de ella más que en nadie. No quiero decir que el trabajo de los demás carezca de importancia, pues con un simple error la nave dejaría de funcionar y nosotros nos iríamos al vacío con ella. Lo que quiero decir; Natasha es nuestra esperanza, nuestra luz al final del túnel.

La única forma de comunicación que tenemos es a través de notas dentro de una tableta electrónica.

Algo que no te conté, es que Natasha aparte de ser nuestra esperanza, es mi anhelo. Ella es la que le sigue a mi turno, por lo que siempre le dejo un mensaje motivador o de apoyo, pero esta vez será diferente; esta vez me le declararé, sólo espero que de alguna forma me haga saber que soy correspondido.

 

 

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El león no es como lo pintan

 

Beep, beep. Sonó la alarma y eso indicaba que era mi fastidioso turno. Abrí los ojos y odio despertarme con mi nombre —Natasha— en la pantalla. Me quité los lentes y lo primero que hice fue ir al baño a ducharme. El agua de la nave es totalmente reutilizada, por lo cual no es del todo limpia, sin embargo, eso es mejor que nada. Eso no impedía que fuera uno de mis mayores placeres.

Terminando, pasé a la cocina a almorzar, en realidad no sé si era desayuno, comida o cena. Estamos varados en una constelación y por lo tanto es imposible saber si es de día o de noche, pues eso aquí no existe.

Una vez limpia y con el estómago lleno, fui a la sala central y le pedí a I.N.A. —nuestro asistente virtual—, que reprodujera la segunda temporada de “Mentirás”, una telenovela realmente fantástica. Cómo desearía poder regresar a la tierra, llevamos ya… ¿diez o quince años así? Al final, uno se crea sueños que sabe jamás serán realidad, una utopía, pues nuestro planeta fue destruido y sólo tenemos cuatro horas para aprovecharlas al máximo, de las cuales ya ocupé dos en momentos de ocio. Mi conciencia me dice que es momento de levantarme y ponerme a trabajar en mi verdadero objetivo, pero no quiero, estoy cansada de hacerme ilusiones falsas, ¿has buscado una aguja en un pajar? Ahora imagínate no un planeta, sino uno que sus condiciones sean las adecuadas para ser habitable dentro de todo el universo.

Se me fue el tiempo entre pensar si actuaba o no, y ahora sólo me queda una hora disponible, ¿qué le reportaré a mi equipo?

Me puse a trabajar como loca. Extrañamente, entre menos tiempo tenia, más eficiente era. En todo el tiempo que llevamos apenas hemos recorrido dos galaxias, y eso a la mitad. El universo es tan extenso que nos falta vida para explorarlo. Me estoy resignando a morir aquí, sin embargo, no siento que mi equipo piense lo mismo, en especial Josh. Él siempre me deja notas de supuestamente apoyo. Diciéndome que soy la mejor, que confía en mí y que soy el Sol que alumbra la oscuridad del espacio. Realmente es nefasto, yo no pedí ser nada de eso y dejé de leer sus notas varios años atrás. Se supone que los mensajes son para comunicarnos cosas importantes sobre la nave o posibles peligros, pero por el contrario, todos han sido como si fueran notas de amor de primaria. Donde no tienes ni los pantalones para enfrentar tus sentimientos.

¡Rayos! Me acordé de mi tiempo en la tierra y arrojé una pequeña lágrima. Eran tiempos hermosos y no lo sabía. Recuerdo que después de clases, mi papá siempre pasaba por mí y como mamá salía más tarde del trabajo, me llevaba a la plaza por un helado para hacer tiempo. Siempre fui una niña berrinchuda y mi padre cumplía todos mis caprichos. Una vez que vi el poster de la película “Línea mortal” y lloré a rabiar para que entráramos a verla. Ya nos teníamos que ir por mamá, pero eso no me importaba y mi progenitor una vez más —como siempre—, me cumplió y compró dos boletos. Ese día mi madre estaba híper enojada con nosotros, pues nos tuvo que esperar más de dos horas. Por donde trabajaba, era un lugar peligroso y no se animaba a regresarse sola. Esa película me hizo interesarme por la aeronáutica, siempre soñé con pilotear un avión y aunque eso nunca fue posible, si piloteé una nave espacial, el despegue de esta para ser precisa.

Disculpa si hago una pausa, mi rostro está lleno de lagrimas que no me quiero secar. Mi recuerdo más doloroso fue ese día. Mi madre me dio un abrazo con toda su fuerza mientras me decía que estaba orgullosa de mí. Mi padre estaba enojado, su princesa se iba y no a otro castillo, sino a otro mundo. Lo abracé con los ojos rojos, quería llorar, sin embargo, esa vez reprimí ese sentimiento, quería parecer que era fuerte delante de él y no sabes cómo me arrepiento. Le prometí que lo volvería a ver. La misión era sencilla, iríamos al centro espacial con el objetivo de llevar refacciones y recursos, así como pasar ahí un mes como becaria. Lo que nadie sabía es que en ese lapso la tierra entraría en guerra, una en la que ni siquiera la naturaleza fue capaz de sobrevivir.

—¡Alerta, error en nivel de gravedad! —Escuché junto con una alarma y pase de estar parada sobre mis pies a flotar.

—¿Qué está pasando, I.N.A.? —pregunté y ella no me supo decir. Sólo se limitó a repetir lo que ya sabía; un error del que no tengo la más mínima idea. Corrí al cuarto de descanso donde todos se encontraban dormidos y le pedí a I.N.A. que levantara a Kurtis. Si hay alguien que nos pudiera ayudar, era él. Tan pronto abrió los ojos, fui a mi cama —si es que se le puede llamar así a la tabla de metal en la cual nos recostamos para entrar en este lapso de sueño—, no podíamos dejar ni un segundo fuera de energía a la nave.